Carta a un viejo y querido maestro:
Hola, estimado Arturo, mi querido e inolvidable profesor. Siempre transmitiste confianza hacia mí y buscabas la forma de obtener mi mejor esfuerzo, ahora sé que eso significaba mucha observación de mis puntos fuertes y de las cosas que podía mejorar. Aprendí no solo tu materia, sino también la disciplina, y en las conversaciones amenas que sosteníamos me enseñabas esas cosas simples de la vida, pero que en la pubertad y adolescencia parecían muy complicadas. En los sentimientos y pensamientos extraviados, hacías las preguntas u observaciones que develaban mi situación absurda. En algunas cosas incomprensibles y tristes encontrabas las palabras suficientes para reanimar el espíritu.
No sé qué ocurrió que perdí tus pasos, de repente fui devorado por el presente con sus nuevos laberintos, deseos y retos. Ya hace tiempo, como hoy, añoro verte para agradecerte la alegría de antaño y los cimientos que forjaste en mi ser.
Terminado el colegio logré ingresar a la universidad y estudiar economía, me enamoré de esta ciencia social más que la psicología. No me fue fácil, dedique bastante tiempo y esfuerzo, deje de lado mucha distracción y deporte. Logré graduarme y trabajar en el sector educativo de formación profesional (“de mando medio”), como buen estudiante creía tener las claves para ser buen profesor; sin hacerlo mal, fui descubriendo que las cosas se podían hacer mejor y diferente; no es fácil porque lo nuevo genera resistencia; pero las cosas van cambiando en instituciones, docentes y alumnos, de forma tal que la vida en las aulas hoy se maneja con otros paradigmas y quienes proponíamos cambios nos encontramos mejor adaptados a las nuevas circunstancias, como esta pandemia.
Siendo los estudiantes tan diversos y su objetivo común el ser profesionales, los abordo como integrantes de un equipo deportivo a quienes tengo que desarrollar sus habilidades, con ese enfoque de inicio, sé que cada uno va a aportar cosas diferentes y tengo que ir descubriendo en qué puede mejorar y qué actividad es la más adecuada para dicho desarrollo. Habilidades básicas para todos y personalización para cada uno. No es fácil, pero esa es la estrategia para optimizar el resultado. En estás cosas como lo aprendí de ti es importante la motivación, la confianza y el descubrirse (conocerse) a sí mismo, en tanto la disciplina no se impone de afuera, sino se lo impone uno mismo por la fuerza del deseo o del objetivo.
Ojalá puedas leer estás líneas y podamos reencontrarnos para conversar como antiguos amigos y con el respeto a mi querido profesor.
Pepe Loyola.
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